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Compases Pan-goniométricos

Desde siempre estoy fascinado por el dibujo científico y técnico, dibujos anatómicos y luego arquitectónicos han acompañado mi formación y me han enfrentado, de forma directa o indirecta a la dicotomía entre lo natural y lo artificial.

Este dilema no deja de acompañarme a la hora de emprender un nuevo trabajo, poniendo en evidencia mi tendencia constructiva con el fin de acercarme a la idea de una naturaleza artificial o a un artificio natural.

Me fascinan las líneas y las convenciones utilizadas para llegar a interpretar un objeto (hablo de convenciones como las proyecciones ortogonales, la perspectiva,  la teoría de las sombras etc.).
Prefiero observar un dibujo de ingeniería que un dibujo artístico, encontrándolo tan atractivo como feroz a la hora de presentar la verdad.

El dibujo técnico, a través de su objetividad, llega a traspasar el límite de lo “real” para emprender un camino hacia lo “ideal”.

Yo me enfrento a esta cuestión, en primer lugar afilando mis lápices como si de armas se tratara, y untándolos con un elemento paralizante en el intento de detener el momento: el acto.

Me gustan las heridas que deja el grafito en el papel y a veces en las manos: las aprecio tanto cuanto los involuntarios tatuajes de tinta china, dejados en mi cuerpo por las plumas de mí pasado como delineante en la escuela donde me formé.

Me gustan las finas líneas, otras gruesas como cortes en un cuerpo que hay que diseccionar.
Disección, de esto se trata.

Se me ocurre que diseccionar y dibujar tiene (en italiano) la misma onomatopeya y la misma etimología: dissezionare – disegnare.

Trazar, dejar una huella, una señal. Descomponer las dos dimensiones del papel, perforarlo, cruzar el umbral de la representación.

El dibujo deja la posibilidad de que la obra sea una “obra abierta”, en una especie de contradicción o mejor un oxímoron entre lo real y lo ideal.

El grafito tiene el color y los reflejos del plomo, se hace resbaladizo e impermeable, después de haberlo frotado sobre una superficie.

Esta impermeabilidad consigue comunicarnos la perdurabilidad transfiriendo la idea de lo inmutable al trazo que, de por si es inmanencia, momento, accidente.

La serie “Compases pangoniométricos” se componen de planos que voy esbozando a mano alzada y luego repaso con escuadra  con la intención de que, como es mi costumbre, la obra excluya o reciba menos información sobre autoria, emociones, sensaciones, empatia.

Massimo Pisani, Abril 2014

 

Codice Docile (una reflexión)

Codice docile Impresiòn digital sobre lona PVC, aluminio cm.152x153x4,5 -2003-

No entiendo como muchos artistas rehusen de la “palabra” amparándose detrás de la humosa cortina que se interpone entre la obra y su comprensión y que se espesa con la frase “La obra habla por sí misma.”

Desde siempre he pensado que antes ha sido el verbo y luego la imagen. Aunque fuera un sonido gutural o un ruido descompuesto y poco comprensible, la palabra ha anticipado la imagen como concepto del yo transferido en el espacio.

El nacimiento de la pintura y la creación de la imagen se origina de un esputo de pigmentos sobre una mano apoyada a una pared de roca y sigue, en la contemporaneidad, anclada a esta matriz de orden endógeno: una tentativa de conseguir una transposición del interior al exterior sin llegar a traspasar el límite de la representación.

Es sabido que nunca tuve gran afinidad con la “pintura” y sus principios de representación. Esto no significa un rechazo completo hacia este medio, pero un cierto recelo a la hora de ponerme delante de un cuadro.

Nunca he podido definirme como pintor aunque haya usado este medio de expresión. Prefiero usar el pincel como un cincel, considerando el dibujo como algo imprescindible para esgrafiar y erosionar la realidad, para despojar de la mentira todo lo que se oculta detrás del pigmento, de la piel.

Elijo dejar lo sensible y lo emotivo en otros ámbitos y compartirlos con otras formas lingüísticas.

La escritura como consecuencia de la palabra, ha ido tomando relieve en mi obra y poniendo de manifiesto la dificultad de comprensión consecuente al desconocimiento de determinados códigos compartidos y asumidos por cultura y costumbre.

En la obra “Codice Docile” me enfrenté a la escritura automática poniéndome delante del teclado del ordenador y exigiéndome el uso de los que yo defino como “signos ortogonales y mudos”.

Me di cuenta que el tiempo de ejecución de tal escritura, me obligaba, en algún punto de su desarrollo, en tomar conciencia y elegir voluntariamente un signo respecto a otro, deslizándome hacia una elección en el ámbito estético, perdiendo así irremediablemente la posibilidad de conseguir un automatismo completo en la elaboración del texto.

Llegué a la constatación que lo automático está inversamente proporcional a la duración: a la inminencia, al tiempo.

Estoy convencido de que se pueden individuar los lapsos consientes a través de un profundo análisis relacionando la semiótica con la mecánica (la articulación de la mano, la sintaxis de la visión, los patrones secuenciales etc.).

En fin un “Codice Dócil”.

Massimo Pisani, Marzo 2014